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Bodas de sangre: una obra cargada de simbología

El número tres

«MADRE. Cien años que yo viviera, no hablaría de otra cosa. Primero tu padre; que me olía a clavel y lo disfruté tres años escasos».

«MADRE. Perdóname. (Pausa.) ¿Cuánto tiempo llevas en relaciones?

NOVIO. Tres años. Ya pude comprar la viña.

MADRE. Tres años. ¿Ella tuvo un novio, no?

NOVIO. No sé. Creo que no. Las muchachas tienen que mirar con quién se casan»

«SUEGRA. Pero cuando dice eso es porque la conoce. ¿No ves que fue tres años novia suya? (Con intención)»

«CRIADA. ¿Sentiste anoche un caballo?

  NOVIA. ¿A qué hora?

  CRIADA. A las tres».

La navaja/el cuchillo

«MADRE. Hijo, el almuerzo.

  NOVIO. Déjalo. Comeré uvas. Deme la navaja.

  MADRE. ¿Para qué?

  NOVIO (riendo). Para cortarlas.

 MADRE (entre dientes y buscándola). La navaja, la  navaja... Malditas sean todas y el bribón que las        inventó».

«MADRE. ¡Veintidós años! Esa edad tendría mi hijo mayor si viviera. Que viviría caliente y macho como era, si los hombres no hubieran inventado las navajas».

«MENDIGA. Ilumina el chaleco y aparta los botones,

que después las navajas ya saben el camino».

«MADRE. ¿Qué sangre va a tener? La de toda su familia. Mana de su bisabuelo, que empezó matando, y sigue en toda la mala ralea, manejadores de cuchillos y gente de falsa sonrisa».

El caballo

«LEONARDO. (...) Llevo más de dos meses poniendo herraduras nuevas al caballo y siempre se le caen. Por lo visto se las arranca con las piedras. 

  MUJER. ¿Y no será que lo usas mucho?

  LEONARDO. No. Casi no lo utilizo.

  MUJER. Ayer me dijeron las vecinas que te habían visto al límite de los llanos».

«SUEGRA. 

  Duérmete, rosal,

  que el caballo se pone a llorar.

  Las patas heridas,

  las crines heladas,

  dentro de los ojos

  un puñal de plata.

  Bajaban al río.

  ¡Ay, cómo bajaban!

  La sangre corría

  más fuerte que el agua».

«MUJER. ¿Pasó por aquí mi marido?

  NOVIO. No.

 MUJER. Es que no lo encuentro, y el caballo no está tampoco en el establo».

«CRIADA. Vas a matar al animal con tanta carrera.

  LEONARDO. ¡Cuando se muera, muerto está! (Pausa)».

La luna

  • Se convierte en un personaje dramático más. 

  • Se asocia directamente con la muerte, reencarnada en la Mendiga.

  • Requiere la sangre de las víctimas. Actúa como mensajera de la muerte.

Las flores

«MUCHACHA. ¡Y compraron unas medias caladas!... ¡Ay, qué medias! ¡El sueño de las mujeres en medias! Mire usted: una golondrina aquí (señala el tobillo), un barco aquí (señala la pantorrilla), y aquí una rosa (señala el muslo)».

«NOVIA (temblando).  No puedo oírte. No puedo oír tu voz. es como si bebiera una botella de anís y me durmiera en una colcha de rosas. Y me arrastra, y sé que me ahogo, pero voy detrás».

«MADRE. Todo lo que puede cortar el cuerpo de un hombre. Un hombre hermoso, con su flor en la boca, que sale a las viñas o va a sus olivos propios, porque son de él, heredados...».

«MADRE. No. No vamos a acabar. ¿Me puede alguien traer a tu padre? ¿Y a tu hermano? Y luego el presidio. ¿Qué es el presidio? ¡Allí comen, allí fuman, allí tocan los instrumentos! Mis muertos llenos de hierba, sin hablar, hechos polvo; dos hombres que eran dos geranios... Los matadores, en presidio, frescos, viendo los montes...».

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